viernes, junio 28, 2024
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La familia mexicana que dio la vuelta al mundo

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Conoce a la familia mexicana que le dio la vuelta al mundo y conquistó su sueño. No se necesita estar cerca del mar para llevarlo por dentro, no hay sueño demasiado grande que no se pueda cumplir, no hay una sola pasión que no llene de satisfacción a quien la vive intensamente. No hay una ola igual a la otra, pero el mar es el mismo.

Familia Mexicana

El entrevistado está sentado frente a su computadora y detrás suyo, en una pared, hay una placa metálica que marca una fecha, un mapamundi en tono sepia, el cuadro de una embarcación y uno más con la foto de la amarra de un barco.

Su look personal asemeja al del Capitán Nemo: barba, mirada profunda, pelo ensortijado y chaqueta de estilo náutico. Solo que este Capitán sería una versión contemporánea del célebre personaje del escritor francés Julio Verne.

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Un expedicionario moderno a bordo de un “Nautilus” del siglo XXI; hecho de aluminio, paneles solares, generador eólico, 18 metros de eslora, diseñado en Alemania y fabricado en Sudáfrica, cuya identificación se compone de las primeras dos letras del nombre de sus tres hijos: Al (Alexia), Di (Diego), Vi (Vital) el Aldivi es un ‘barco-isla’ sobre la cual se vivió una peculiar travesía (que comenzó en 2019 y terminó en 2022); la de una familia mexicana (originaria de Puebla) que le dio la vuelta al mundo llevando un mensaje de paz de puerto en puerto.

Alejandro, a diferencia del protagonista de la novela de ciencia ficción, no hizo rehén a nadie. Su familia, esposa y tres hijos, le acompañaron en este viaje voluntariamente atraídos por la pasión de él por la navegación: “muchos de los retos que me he planteado y he llevado a cabo, están relacionados con libros. Siempre fui un apasionado de Julio Verne, Emilio Salgari, Ernest Shackleton o Robert F. Scott. Esas lecturas me movieron para ir a los lugares que describían y vivir aventuras así”.

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Lo del Capitán que protagoniza esta entrevista es maestría en proponerse metas, lograrlas y vivirlas al lado de quienes ama. Mientras algunas personas se proponen terminar un maratón, montar una gran empresa, comprar un deportivo, vivir en otro continente… él se fijó una meta ambiciosa (con una fecha específica y dos décadas de anticipación para prepararse): circunnavegar el mundo a bordo de un barco.

“Este deseo surgió como una revelación. A los 25 años navegué por primera vez en el océano de noche, lo había hecho en lagos, pero nunca en el océano. Mi amigo Xavier de Velasco juntó un grupo de amigos para armar una tripulación y asistir a una regata. Esa noche le dije a Xavier: “esto lo quiero hacer el resto de mi vida y a los 45 años le voy a dar la vuelta al mundo” y él me respondió entre risas: ‘ajá, pues ahí me invitas’”.

 

UNA SINGLADURA ÉPICA

Lo tuvo claro desde el principio: a sus 45 años se lanzaría a vivir la aventura de dar la vuelta al mundo en bote y desde entonces todo su proyecto de vida tenía como centro realizar esa singladura. ¿Porqué la navegación y no otra disciplina? ¿Qué fue lo que Alejandro encontró en este deporte-hobbie que no le dio ningún otro? “una sobredosis de naturaleza que te permite dimensionar las cosas; dimensionar el tamaño del planeta y tu tamaño real, eso te ubica y cambia tu estructura de prioridades, te das cuenta de lo que es importante en la vida, ves cuánto tiempo pierdes en la pose social, cuánto tiempo pasas imaginando escenarios catastróficos que rara vez ocurren”.

Esta meta o “desarrollo personal de 360º”, como lo llama Alejandro, rompe con la idea clásica del éxito: empeñarse en lograr el éxito profesional, social, económico, antes que el personal o familiar. Pocas veces tenemos la oportunidad de que nuestro desarrollo sea integral, de 360 grados, que abarque; familia, profesión, pasiones personales, porque como asegura él mismo: “el sistema te va llevando al punto de que solo te enfoques solo en producir y en lo laboral. O sea, es muy difícil que lleves a cabo tus deseos personales y creo que esa es la gran virtud de de este proyecto”.

Los compromisos sociales, cuentas por pagar, colegiaturas, responsabilidades laborales poco a poco nos hacen atar amarras, pero Alejandro Irigoyen Ingeniero Industrial con una maestría en Producción, se atrevió a soltarlas. Y su proyecto (que pasó de ser individual a uno de pareja y luego de familia) se llama justo así: “Soltando Amarras”.

Aldivi

“Pasamos mucho tiempo saboteando nuestros deseos y justificando continuamente porqué no hacemos las cosas que queremos, porque estamos arropados por un sistema que nos hace olvidarlas”. Como decía Facundo Cabral: “El conquistador, por cuidar su conquista, se convierte en esclavo de lo que conquistó”. Los apegos materiales, según este navegante, acotan la vida, la libertad, la imaginación, la independencia propia y a veces, las de los demás.

Una de las claves para llevar a cabo su proyecto fue: “darme cuenta de la riqueza que había en el proyecto y transmitírsela a mi familia. Desde novios, Bernadette, su ahora esposa, supo del sueño de Alejandro, y lo importante que era para él encontrar una cómplice con quien pudiera llevarlo a cabo. También necesitó, asegura él mismo, terquedad, tenacidad y convicción”.

 

MANOS A LA OBRA

El amigo que lo invitó a hacer su primera navegación en el océano cuando Alejandro quedó prendido del mar, fue quien le vendió su primer barco. Pronto se dio cuenta de que el mantenimiento de una embarcación es muy costoso. Al tiempo, y gracias al ingenio mexicano -dice- ideó un tiempo compartido con sus amigos y vendía acciones del barco. Bajo este esquema pudo tener (y mantener) tres veleros en sociedad: “tuve la necesidad de conseguir recursos y optimizar de la mejor manera el uso del barco para continuar con este hobbie. Me encargaba de administrar y mantener los veleros”.

Aldivi

Y esa fue su gran escuela en muchos ámbitos; mecánica, administrativa, comercial, etc. “Realizar este sueño no fue cuestión de ahorro, ni de tener una carretilla de dinero sino de ideas, planeación, información, entrenamiento, estrategia”.

Alejandro organizó la parte laboral, tenía que encontrar un empleo que le permitiera llevar a cabo su sueño. Durante su estancia en una empresa alemana, comenzó la búsqueda de ideas para independizarse y así creo un almacén logístico para materiales y luego, encontró un nicho poco explorado; la fundición de joyería; buscó tecnología para aplicarla a este proceso de producción. Pasó por todas las novatadas que tiene un buen emprendedor y padeció un ‘naufragio’ empresarial. Pero nada lo detuvo, se hizo de clientes y poco a poco, empezó a crecer y tener éxito.

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A ese ‘barco’ empresarial se sumó más tarde Bernadette, su esposa. Contra todo mal pronóstico de que su relación se desvirtuaría por trabajar juntos, ambos hicieron un gran equipo y lograron domar las aguas turbulentas de los primeros años de su negocio hasta convertirlas en un apacible mar lleno de retos y satisfacciones.

 

A PUNTO DE ZARPAR

Una de las primeras enseñanzas de su aventura es que aunque él creía estar preparado mental y emocionalmente, en el momento de zarpar supo lo duro que era soltarse: “no percibimos lo pegados que estamos a la tierra hasta que tienes que irte” (y valga esta metáfora para que usted cambie “tierra” por cualquier otra cosa a la que sienta que está apegado) “incluso, entre más tienes menos te vas. Cuando se acercó la fecha del zarpe no te imaginas el juicio, yo soy poblano y aquí no tenemos mar, el proceso fue muy fuerte”. El juicio de la gente cercana fue duro incluso, agresivo. Lo cuestionaban con preguntas como: “¿porqué pones en riesgo a tus hijos?, ¿con qué derecho decides por ellos?”.

Aldivi

La fecha que se había puesto Alejandro para llevar a cabo su hazaña, se acercaba. Con el negocio viento en popa y sus inmutables ganas de entregarse a la mar, empezó a entrenarse; “varios años antes de salir hice todas las navegaciones posibles para tener el mayor número de horas de ‘vuelo’”. Comenzó a mover veleros, conoció diversos tipos de embarcaciones, hizo reparaciones, recorrió millas. El Capitán ya tenía una ventaja: desde niño su padre y abuelo le inculcaron el manejo de herramientas.

Su padre tenía un gran taller y Alejandro poseía habilidad para entender mecanismos, destreza para manejar utensilios mecánicos y además, le gustaba. “Esto fue un punto a favor ya que en un velero requieres resolver situaciones en medio de la nada y con lo que tengas a mano”. Además, la tecnología hoy día ayuda mucho, ya que solo con un teléfono celular el Capitán pudo hacer una navegación desde el Mar Rojo hasta el Mar Caribe usando una app y no las cartas de navegación que, en un momento específico, no pudo conseguir.

Aldivi

Alejandro responde al cuestionamiento: ¿cuál ha sido la pregunta que más te han hecho? Y contesta: “¿Cuál fue el momento más difícil que te tocó vivir (durante la navegación)? Y esperan respuestas como: enfrentarme a una ola de 20 metros, pero la verdad es que lo más difícil fue el zarpe, salir de tierra firme, el que la gente no nos creyera o nos dijeran que estábamos haciendo una locura”.

 

UN POLIZÓN LLAMADO PANDEMIA

La familia surcaba los mares con rutas y mucha organización, pero la tripulación no contaba con que a medio camino se les cruzara una pandemia. Y el proyecto que había sido planificado milímetro a milímetro, de un momento a otro se hundió y… vino la incertidumbre. El plan perfecto quedó a la deriva por una cosa ajena e inmanejable. En un pestañeo el Capitán, que cobraba un sueldo fijo de su empresa, se quedó sin ingresos, perdió ventas y tuvo que buscar la forma de financiarse desde el barco y en pleno océano.

bolsa

“Le dije a Berna: ‘esto es una prueba de fuego, estamos sin patria, sin idioma, sin nada, solo nosotros, en una isla que es un velero, estamos flotando en el Mar Rojo, si logramos crear empresa y detonar ingresos para seguir nuestra aventura vamos a ser capaces de sobrevivir en cualquier parte del mundo donde nos pongan’”.

Y así fue. Usaron lo que tenían a su alcance: redes sociales, una vela rota, el talento para la pintura de Berna y una gran historia. Con esos “insumos” idearon crear bolsas (con la tela de la vela), pintarlas a mano y así los seguidores de su travesía podrían tener un pedazo de esa aventura con una bolsa personalizada. Aún sin tener siquiera una bolsa hecha, al día siguiente de lanzar la iniciativa en sus redes tuvieron una gran respuesta y en su cuenta bancaria, varios depósitos.

Nadando

En una semana vendieron 200 bolsas. Gracias al encanto con el que le dieron la vuelta a la crisis, una de sus seguidoras resultó ser la CEO de Pepe Jeans y decidió patrocinarlos. Después, la firma francesa de ropa náutica Façonnable, conoció su historia y también los financió haciéndolos parte de su marketing gracias a la peripecia de esta intépida familia poblana.

La tripulación tuvo que igualar ese éxito económico con el reto emocional que representó quedarse varados, durante cuatro meses, en el Mar de Egipto (durante la primera etapa de confinamiento debido a la pandemia) sin poder seguir su ruta pues los puertos del Mediterráneo estaban cerrados a los navegantes. Resistieron.

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Pudieron haberse regresado, pedir ayuda a la embajada o sumirse en un drama familiar y en lugar de eso, resolvieron cómo conseguir alimentos, disfrutaron del Mar Rojo, bucearon, desembarcaron en una pequeña isla cercana, permanecieron tranquilos en su barco, dejaron de escuchar noticias y confiesa el Capitán: “abrazamos la incertidumbre… Le dije a mi familia vamos a enfocarnos en lo que hoy toca; vivir intensamente esta estancia en el mar y disfrutarla porque todo es resultado de cómo tomamos la situación y enfocamos el aparente problema”.

Y vaya que la tripulación estaba pasando por varias tempestades: el papá del Capitán se contagió de Covid-19 y falleció, su hermano murió a causa de un cáncer, su empresa estaba parada… Estaban viviendo la pandemia al nivel del mar, pero las preocupaciones y tristezas eran las mismas de quienes estábamos en tierra firme. En el Aldivi no perdieron brújula y continuaron con los ojos puestos en seguir su trayectoria: “yo tenía suficientes pretextos para claudicar; mi hermano enfermó de cáncer, una pandemia en curso, mi papá contagiado, no tenía lana para continuar… y ¿sabes qué? creo que me habrían aplaudido socialmente si hubiese tirado la toalla. Me hubieran dicho: ‘bien hecho’. Pero hay un principio de orden, lo que empiezas, lo debes terminar”.

 

LOS MISMOS, PERO DIFERENTES

Cuando zarparon en el Aldivi, partieron los Irigoyen Sánchez y tres años después regresaron, eran los mismos pero todos distintos. Algunas de las muchas ventajas que les dio esta travesía, según el Capitán, fue que: “los niños desarrollaron una capacidad de adaptación brutal. Nos quitaron nuestro confort, nuestro espacio se redujo a una embarcación y nos dimos cuenta de que no necesitábamos más de lo que teníamos, que la ropa y las apariencias sociales son secundarias, que hay que vivir las amistades al máximo y saberse despedir, reconocer que los duelos son parte de la vida. Además, entender los límites; yo en el barco no era su papá, era el Capitán y mis hijos fueron capaces de respetar límites estrictos. Les hemos enseñado que si quieren lana hay que ganársela y que compren lo que quieran con su trabajo, pero no con nuestro dinero”.

Aldivi

A él, asegura, esta experiencia le dejó poder dimensionar las cosas, saber que siempre hay caminos, salidas, incluso, no temer a la muerte (pues es parte de la vida), abrazar la incertidumbre. “En este viaje conocí a más gente que en toda mi vida, viví otras culturas, hice amigos, se concretaron negocios, más que cuando estaba en tierra firme”.

Al regresar de su periplo (en 2022) surgieron varios retos para él y su familia. Y es que tratar de encajar de nuevo ha sido difícil, “volver a estar en un ritmo acelerado con una rutina que pareciera una carrera contrarreloj; todo es un tema de lana y ojo, el dinero es un instrumento indispensable, pero me parece absurdo que le dediquemos toda nuestra vida únicamente a la generación de recursos”.

Familia Mexicana

Alejandro Irigoyen, su familia y su hazaña son un mensaje vivo, una enseñanza andando que dice: las metas se cumplen cuando puedes hacerlo, cuando tienes la fuerza, las ganas, la salud, el entusiasmo y la ventaja de compartirlas con tus seres queridos y eso es paz.

Su circunnavegación retrata de cuerpo entero el significado de la palabra desear y lograr. Un navegante oriundo de un lugar sin playas, un trotamundos marítimo que, gracias a su dedicación, empeño y compromiso consigo mismo y su deseo, pudo ser (él solito y simultáneamente) Capitán, emprendedor, papá, esposo, ingeniero, mecánico naviero, publirrelacionista, y sobre todo, un hombre pertinaz para hacer realidad su sueño.

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Su aventura no termina, se abren otras opciones para seguirla disfrutando: la venta de bolsos y accesorios hechos con velas del Aldivi, salidas a velear con el Capitán y su tripulación en las que compartirá su expertisse. La primera ruta será de Progreso al arrecife de Alacranes (en Mérida) quien esté interesado podrá navegar toda una noche y permanecer tres días en el lugar; pescar, cocinar, platicar, disfrutar… al lado de Alejandro para vivir una experiencia real, nutritiva, única y que deja huella.

También se abrirá la opción de ir con él a su próxima aventura: una expedición a la Antártida. Este viaje comenzará a finales de 2023 y seguirá en 2024. Esta vez no irá en familia, aunque en algunos momentos y destinos se encontrará con su esposa e hijos. La travesía se realizará por etapas. “Quiero de los 50 a los 60 años hacer navegación seria de aventura extrema, no me imagino un plan de retiro que no sea navegando en el mar”.

Por: Lariza Montero

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