Aromaria ha construido un imperio memorable: el del aroma. Una firma que nació de la literatura y se transformó en un referente en el mundo del lujo, capaz de conquistar desde El palacio de los palacios hasta aquellos cruceros que viajan alrededor del mundo, pasando por Netflix, aerolíneas internacionales y hoteles de gran turismo en destinos que marcan tendencia.
En menos de una década, esta firma mexicana redefinió lo que significa dar identidad a un espacio. Hoy, Aromaria no solo crea aromas; diseña huellas olfativas que evocan memoria, lujo y pertenencia.
En High&Beyond tuvimos la oportunidad de platicar en exclusiva con Patricia Nikaido, fundadora y directora creativa de Aromaria y su hijo, Rodrigo Nikaido, Chief Growth Officer, quienes nos compartieron la historia de esta gran firma que comenzó como un sueño familiar y hoy perfuma los espacios más exclusivos.
La historia de Aromaria nació de la literatura. “Para mi doctorado en letras tenía que escribir una novela, y elegí como protagonista a una perfumista. Esa historia me llevó a adentrarme en el universo olfativo. Al final, la ficción se convirtió en destino: Aromaria nació casi como un espejo de lo que había imaginado”, comentó Patricia.
Durante cuatro veranos, ella viajó a Grasse, Francia, la cuna de la perfumería, para visitar a los grandes ateliers y encontrar al indicado. Con entusiasmo ella nos platica como vivió esos momentos. “Fue una prueba de fe y resiliencia. Toqué puertas y todas se cerraban. Pero yo sabía que mi visión tenía sentido: no se trataba de perfumar personas, sino espacios. Quería aromas que evocaran lluvia, cascadas, tierra mojada… fragancias que pudieras habitar 24/7 sin cansancio. Finalmente, uno de los maestros me escuchó. Lo invité a cenar, le conté mi concepto y aceptó abrirme las puertas. Así nació la primera colección: Riviera, con 21 aromas que marcaron el inicio de nuestra aventura”.
Rodrigo, su hijo, era tan solo un adolescente, pero ya acompañaba a su mamá con los perfumistas y poco a poco se fue involucrando en el negocio que hoy representa. “Al principio lo veía como algo lejano: mi mamá con su sueño y yo ocupado estudiando en Suiza. Pero cada verano terminaba acompañándola a ateliers de velas, jabones, perfumistas. Absorbía todo, aunque no lo entendiera del todo… Hoy miro atrás y veo que estaba presenciando el nacimiento de algo mucho más grande de lo que imaginaba”, expresa con orgullo.
En 2020, justo después del golpe del COVID, Jorge y Rodrigo, ambos hermanos, se integraron a la marca. Juntos rediseñaron el modelo de negocio y dividieron roles: dirección creativa, de crecimiento y CEO. Cada uno se enfocó en su área y juntos enfrentaron las cancelaciones masivas de sus clientes, pero esto dio origen a una reinvención donde se crearon nuevos productos como el incienso gigante. Y de pronto, llegó la llamada inesperada de Palacio de Hierro, y abrieron su primera boutique en pleno confinamiento. A ese momento, Rodrigo le llama “el verdadero punto de quiebre: pasamos de sobrevivir a crecer”.
“El mayor aprendizaje en el proceso de expansión ha sido siempre estar al pie del cañón”. Patricia lo explica muy claro: “Da igual si tienes una tienda o mil: sigo oliendo cada fragancia. La atención al detalle es innegociable. Y, sobre todo, entender que los espacios son seres invisibles que merecen identidad propia. Nuestro trabajo es dotarlos de alma a través del aroma.
Rodrigo tiene una gran claridad en el objetivo, él lo describe de la siguiente manera. “Cada aroma que desarrollamos, cada alianza que hacemos —ya sea con hoteles, aerolíneas o alguna marca— tiene que cumplir con nuestro propósito: mejorar la vida de las personas a través del olfato”.
En un mundo saturado de estímulos visuales y digitales, Aromaria recuerda que la verdadera memoria es invisible: la que se guarda en el olfato. Hoy, esta firma mexicana no solo perfuma espacios, sino que los convierte en experiencias vivas, capaces de permanecer en la mente mucho después de haberlos dejado atrás.
Aromaria tiene más de 400 productos, y la idea es que el visitante encuentre el suyo.
Por: Jeimy Dueñas